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CIELO Y TIERRA - ¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

El que no llora no mama y el que no afana es un gil

Desde que nacemos, vamos desarrollando la capacidad empática que nos permite ser sociales, pues desde la cuna aprendemos lentamente a dejar de pensar al otro como objeto y esclavo de nuestra satisfacción, el “Use y descarte”, para pensar en el otro, en sus necesidades, sentimientos y deseos, derechos y responsabilidades.

Durante la niñez aprendemos a pensar en el otro, a ponernos en su lugar, para no quedarnos solos, para que no dejen de querernos, porque sin el grupo, sobrevivimos poco y mal.

Así vamos comprendiendo al otro junto con la idea de tiempo, causa y efecto.

La aparente conducta antisocial que la vulnerabilidad del recién nacido humano justifica, porque “si no llora, no mama”, queda absolutamente excluida del universo de conductas socialmente admisibles para los adultos que viven en una sociedad democrática.

Excluyo claro las situaciones extremas con riesgo de vida en donde prima el instinto.

Después de ver ayer las imágenes durante y después de la sentencia del juicio por las muertes en la disco República de Cromagnon de 194 personas y otras tantas sobrevivientes irreparablemente dañadas, sentí la misma sensación que en aquella plaza del 21 de diciembre del 2001, donde algunos festejaban sobre la muerte de otros, donde la degradación humana era la protagonista principal. Y donde los directamente afectados, se descarnaban entre sí equivocando la dirección de donde venía la amenaza.

Experimenté la misma tristeza social, aquella que sólo se siente cuando se ve a la propia especie en su fase más mísera.

Ver a personas bailar y festejar sobre los muertos y provocar a sus víctimas, (porque los que sobrevivimos a nuestros fallecidos somos víctimas impotentes ante el dolor y la ausencia), fue una escena más de degradación humana.

Conductas como estas son las que me permiten comprender entre otras cosas, por qué en Argentina el 80% de nuestros niñas y niños sufre algún tipo del maltrato y 2 de ellos se fugan de su hogar cada día por esta razón, otros tantos mueren a causa del hambre (no preciso la cifra porque en Argentina no sabemos cuántos niños nacen ni cuántos mueren cada día), una mujer es asesinada por el hombre que dice amarla cada 3 días, y el negocio de explotación sexual de niñas y mujeres está creciendo aun más que el de la droga.

Buscando salir de la tristeza de esas escenas, cambié de canal y me encontré con el “Acto político AFA, T&C, Transas y Curros oficial”, en donde se inició el evento con el Himno Nacional Argentino y durante el paneo de imágenes y rostros “sin lustre” que la transmisión me ofrecía, recordaba a San Martín que pasó su agosto sin pena ni gloria, a Belgrano, a Moreno, Alberdi, Güemes, …. Tras el himno el ciudadano Grondona comenzó su discurso aludiendo a “lo mucho que le dio el fútbol argentino”…. ¡Como si nos quedara alguna duda!.

Luego le tocó el turno a la presidenta de la Nación que siempre preocupada por su pueblo no encuentra cómo obtener recursos para acabar con el hambre, pero sí los 500 o 600 millones para televisar partidos de fútbol y aun no sabemos en qué condiciones financieras.

En menos de 4 horas, presencié como muchos de nosotros esta situación que linda con la locura, sin olvidar por cierto las competencias que diversos organismos establecen informando una variedad de índices de pobreza.

Los muertos muertos están, los sobrevivientes nos las arreglamos como podemos y otra vez el NUNCA MÁS es un slogan.

No hay una sola forma inteligente en nuestros gobernantes que permita ilusionarnos con un plan de evacuación de esta catástrofe, a la nacional me refiero, no a las cotidianas y regionales como el caso Cromagnón.

Y los que hasta el 28 de junio daban discursos como próceres, siguen peleándose por las migajas en el barco que se hunde. Parece que en realidad eran ratas disfrazadas y ellas siempre sobreviven aun a costa de alimentarse de los tripulantes caídos.

Ser hallado “inocente de homicidio” por un tribunal, no anula nuestra responsabilidad en la consecución de los hechos. Ni el daño que podemos continuar ejerciendo sobre la sociedad con nuestros actos.

Ni la condena social que podemos aplicarles.

A la mayoría de las personas, nos trastornaría la vida tan sólo estar presentes o participando en una situación que se transforme en tragedia. Y no nos quedarían ganas de festejar nuestro pellejo por encima de los cadáveres.

Pellejo o negocios, claro está, al fin y al cabo, parecen la misma cosa.


Quiero compartir con Ustedes un pensamiento de Octavio Paz: “La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Sí o No. En su brevedad instantánea, como la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana” (Octavio Paz, “la otra voz”)


Lic. Claudia Santalla - 21-08-09

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