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CIELO Y TIERRA - ¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

El Gobierno sólo suma adversarios

Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

El Gobierno y el campo van camino a un nuevo y duro enfrentamiento. La mezcla de caricias y trompadas que la administración les propina a los ruralistas ha terminado ya con la paciencia de los productores. Los máximos dirigentes del campo venían postergando las medidas de fuerza, que promueven los productores rasos en todo el país, hasta conseguir un canal de diálogo con el Gobierno o, al menos, hasta llegar otra vez con sus problemas a la conciencia de amplios sectores urbanos. La Casa Rosada, sin embargo, ha hecho evidentes esfuerzos para agotar la vía conciliadora de los propios dirigentes. Lo ha conseguido.

La historia registra muy pocos casos en los que un gobierno haya hecho públicos sus contactos reservados con dirigentes de sectores en conflicto. El presidente de la Sociedad Rural, Hugo Luis Biolcati, venía hablando con el ministro de Planificación, Julio De Vido, como también lo hacía hasta con el secretario general de la CGT, Hugo Moyano. Cualquier intento de conciliación, aun el frustrado, es mejor que la colisión frontal y sin escalas.

Biolcati hizo públicas sus conversaciones con Moyano, pero aceptó el pedido de reserva absoluta que le hizo De Vido. De Vido y Moyano ya habían tenido una participación entusiasta, aunque fugaz y frustrada, durante el conflicto rural del año pasado. ¿Se trata de una novedad? Todos los gobiernos democráticos argentinos han dialogado con dirigentes políticos y sociales opositores en medio de fenomenales crisis.

La política necesita, para articularse en el espacio público, una dosis de conversaciones reservadas entre los principales protagonistas. La única obligación de Biolcati era mantener informados a los otros presidentes de las organizaciones rurales, aunque, según afirman, De Vido le habría requerido que la reserva fuera absoluta.

Cerca de la medianoche de anteayer, el Gobierno decidió hacer públicas, mediante un documento oficial, esas conversaciones entre De Vido y Biolcati. ¿Qué buscaba el Gobierno con tales revelaciones? Nada que tuviera buenas intenciones. Perdió en el acto a un interlocutor como Biolcati y, al mismo tiempo, lo sumó a él a sus ya superpobladas tropas de furiosos adversarios. A su vez, De Vido quedó desautorizado para ésta y para futuras negociaciones con exponentes críticos de la vida pública. En fin, perdió un interlocutor y rompió un puente, todo en un solo acto.

Otras cosas suceden debajo de la superficie. Néstor Kirchner suele enojarse con los funcionarios que promueven públicamente el diálogo entre el Gobierno y el campo, porque, según dice, el diálogo pone en el mismo nivel a unos y otros. Nadie ha podido convencerlo nunca de que el diálogo es la primera puerta abierta a cualquier conflicto si las cosas se miran desde la política.

No obstante, la Presidenta ha hecho convocatorias públicas al campo para dialogar. El campo le respondió la semana pasada con el levantamiento de medidas de fuerza. El presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, llegó incluso a subrayar que las retenciones a la soja "son prioritarias, pero no excluyentes" en eventuales negociaciones. Los mensajes pacificadores del campo eran inconfundibles.

Paralelamente, el Gobierno se tomó más de una semana para decidir si llamaba al campo, y cuándo y quién lo haría. Pero encontró una excusa ciertamente exigua en un severo documento de la Comisión de Enlace para ventilar las conversaciones reservadas entre De Vido y Biolcati. Néstor Kirchner volvía a ejercer su derecho a veto en el Gobierno, como ya lo había hecho cuando el entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández, acordó embrionarias coincidencias con los ruralistas en el anterior conflicto. El soldado kirchnerista que entonces voló por el aire los acuerdos fue Guillermo Moreno.

A todo esto, ¿qué hacía De Vido hablando de problemas rurales con Biolcati? Existen un ministro de Economía, una ministra de la Producción y un jefe de Gabinete que fueron borrados de un plumazo para darle lugar a un ministro de Obras Públicas.

De Vido corporiza una ventaja y un problema. La ventaja consiste en que es un operador ciego y confiable de las órdenes de Néstor Kirchner y el problema reside en que carece de las condiciones necesarias para discutirle nada a Kirchner.

Eliminadas las instancias institucionales del diálogo, el Gobierno carece, en rigor, de un operador eficiente, y valiente sobre todo, para resolver los conflictos. De Vido es capaz de arreglar con el mismo entusiasmo con que está dispuesto a romper. Lo único que le importa es saber qué quiere Kirchner.

Con todo, para el poderoso ministro (el único al que no le han rebanado el 20 por ciento del presupuesto, como hicieron con los otros) la de anteanoche debió ser una de las peores noches de su vida. Sólo un ser de otro mundo puede aceptar sin lamentarse semejante exposición seguida de una sonora desautorización.

No es la primera vez que Kirchner ventila alegremente conversaciones reservadas, pero ésta fue la ocasión más dramática para la tranquilidad social y para el futuro del gobierno de su esposa. Antes, había revelado una conversación, también reservada, entre el entonces fiscal Carlos Stornelli y el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, en el que aquél le adelantaba a éste que pediría la indagatoria de funcionarios por un caso de corrupción. La revelación se inscribió en un documento oficial y Stornelli fue obligado a dar explicaciones.

La eliminación de Biolcati como interlocutor señala que el Gobierno (o Néstor Kirchner, no se sabe) sólo concibe una disputa por el poder con el campo. Ni siquiera existen ya razones ideológicas. El dirigente agropecuario más lejano ideológicamente del Gobierno es precisamente el presidente de la Sociedad Rural. Por esa misma razón, y por liderar a quienes lidera, es también el que tiene el camino más fácil para ir hacia la confrontación.

Biolcati eligió, en cambio, el camino más difícil, buscando eventuales acuerdos, porque, según él, había un problema de enorme envergadura nacional. Se equivocó. Para Kirchner no se trata de la existencia de un problema, sino de una clara disputa por el poder y la supremacía. Así, el ex presidente volvió a blindar un interminable laberinto.

Fuente: La Nación - Viernes 20 de febrero de 2009

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