El Gobierno asignó $926 millones en obras para la fiesta del Vicente Nario
La inversión duplica los subsidios por la sequía y sextuplica la ayuda a Tartagal. Los beneficiarios de la licitación son empresarios pingüinos y menemistas. El centro del proyecto es una gran sala sinfónica de conciertos. Damián Glanz.
Nos toca un año difícil, el más difícil de los últimos cien años.” (Néstor en Palpalá)
“Me hierve la sangre cuando veo tanta pobreza.” (Cristina en Olivos)
La misma semana que en la quinta presidencial se comprometió a redoblar sus esfuerzos para combatir la “pobreza estructural” –víctimas de “tanto abandono y tanta injusticia”–, Cristina Kirchner le adjudicó a un consorcio de empresas amigas del gobierno K la obra de remodelación del Palacio de Correos que servirá como sede de la Orquesta Sinfónica Nacional. El denominado Proyecto del Centro Cultural del Bicentenario –conocido también como la fiesta de Vicente Nario– costará más de 926 millones de pesos, una cifra que equivale a la mitad del aumento anunciado para los planes sociales. La Presidenta prometió que será el símbolo arquitectónico de los festejos de la Revolución de Mayo. Y es un emblema: el inicio de los trabajos fue prometido hace más de cinco años, el monto adjudicado es 34 por ciento superior al presupuesto oficial calculado un año atrás y el propio Gobierno admite que el edificio no estará terminado para 2010, cuando se cumplan 200 años de la instauración de la Primera Junta.
El martes de 10 febrero se publicó en el Boletín Oficial la resolución 1517/2008 del Ministerio de Planificación Federal que resolvió otorgar el contrato a las empresas Esuco y Riva. La primera pertenece al presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Carlos Wagner, un viejo conocido del matrimonio presidencial, beneficiario preferencial del reparto de la obra pública K. La otra compañía es de Amadeo Riva, un empresario que desde los 90 mantiene estrechos lazos con el Estado (ver aparte). La adjudicación fue el cierre de un proceso que lleva más de cinco años.
La obra del Correo Central bate todos los récords de promesas postergadas o incumplidas de la era K. Fue planificada para una época de “vacas gordas”. En septiembre de 2003, el entonces ministro de Economía, Roberto Lavagna, junto al ex secretario de Cultura, Torcuato Di Tella, comenzaron delinear el proyecto. Un año más tarde, Lavagna lo anunció públicamente y el 1 de marzo de 2005 Kirchner firmó el decreto para transformar el palacio construido entre 1889 y 1928. Las fotos comenzaron a acumularse. Al mes siguiente, Lavagna y José Nun, el sucesor de Di Tella, lanzaron una consulta de ideas para la intervención urbana. Los ganadores fueron seleccionados en septiembre de 2005 y en marzo de 2006 se realizó el concurso internacional para decidir el proyecto. En medio de la campaña electoral, la entonces senadora Cristina Fernández y el otrora jefe de Gobierno Jorge Telerman presentaron el “master plan” en septiembre de 2007. “Yo sueño para 2010 lo que podría ser una conmemoración física de un espacio público concreto, donde todos los argentinos y todas las argentinas podamos reconocernos en un acto de reflexión en estos 200 años que va a cumplir nuestro país”, dijo ese día la ahora jefa de Estado. Hubo muchas fotos más. En noviembre, el ministro de Planificación llamó a licitación para realizar la obra y en marzo del año pasado, ya como Presidenta, Fernández de Kirchner encabezó la apertura del sobre Nº 1 del concurso en la Casa Rosada.
Todas las instancias del proceso tuvieron su show. Menos una: la adjudicación. El 29 de diciembre, cuando De Vido firmó la demorada adjudicación no hubo cámaras ni públicos. Sólo un par de amigos. En noviembre de 2007, el Ejecutivo había valuado los trabajos en 709,3 millones de pesos. Un año más tarde convalidó el presupuesto ofrecido por Esuco-Riva de 925,8 millones de pesos: 241,4 millones de pesos más (ver aparte). Las otras empresas que participaron del concurso habían presentado propuestas sensiblemente superiores: las firmas Roggio y Caputo ofrecieron $ 1.220.165.610,13 y el consorcio integrado por Iecsa, Dycasa, Isolux y Calcaterra propuso hacer el centro cultural por $ 950.733.187,79.
Las constantes demoras en la concreción del proyecto emblemático del Vicente Nario provocaron otro defasaje, además de la diferencia presupuestaria. La puesta en marcha del plan coincide ahora con la “crisis del siglo”. Cuando fue pensado, los autores del Proyecto CCB se preguntaron sobre la necesidad de construir una sala sinfónica para Buenos Aires. “Sin duda, la amplia comunidad musical de la ciudad lo considera indispensable. El Teatro Colón, aunque ofrece excelentes condiciones para la música sinfónica, es un teatro lírico, y sólo eventualmente presta su sala para otras actividades”, justificaron en el cuadernillo de presentación. Ahora, la pregunta es acerca de la oportunidad.
Ayer, al llegar a Tres Arroyos, la Presidenta dio una señal sobre los criterios redistributivos del gobierno nacional. Refiriéndose al paro que realizó el campo la semana pasada, dijo: “Cuando un sector que se puede dar el lujo de no vender sus productos nos parece que ha tenido rentabilidad, no nos molesta, nos parece bien, porque son argentinos pero tienen que comprender que hay otros sectores de la sociedad que necesitan mucho más ayuda y destinar esos recursos públicos a los sectores más vulnerables”. La comunidad sinfónica, agradecida.
Fuente: Crítica Digital
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