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CIELO Y TIERRA - ¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

Avellaneda blues

El Negrito era un negrito de apenas 14 años. Simpático, entrador y un militante aguerrido que jamás tuvo un arma en la mano. El negrito estaba orgulloso de su viejo que era afiliado al Partido Comunista, delegado de una fábrica textil de la zona norte y se llamaba igual que él: Floreal Avellaneda. Aquel horroroso 15 de abril de 1976, a la una y media de la madrugada, ocho autos llenos de asesinos con uniforme se metieron en la humilde casa de la familia Avellaneda. Entraron a sangre y fuego. Ametrallaron la puerta y robaron todo lo que pudieron. El viejo Floreal había conseguido escaparse y los tenebrosos pasajeros de los Ford Falcon sin chapa, encapuchados, se llevaron al negrito y a Iris, su mama. En la comisaría de Villa Martelli los torturaron con ferocidad y alevosía. Iris sufría cada vez que la picana eléctrica se clavaba en su vagina mojada y gritaba con desesperación. Pero su mayor sufrimiento era escuchar los gritos de su hijo, el negrito Avellaneda que decía: “Mami, deciles que no sabemos a donde se fue Papa”. Lo cuento y me corre un frío terrible por la espalda. Me estremezco porque ese chico valiente de 14 años fue sometido al empalamiento. No quiero apelar a un golpe bajo. Pero creo que el salvajismo inhumano debe conocerse en toda su dimensión para que Nunca Más sea posible. El empalamiento es uno de los mecanismos de tortura más atroces y consiste en atravesar a la persona con una madera filosa entre la boca y el ano. Un asesinato de nazis cavernícolas. Eso hicieron con el negrito de 14 años. Así asesinaron a un pibe de barrio indefenso. Su madre fue trasladada a la cárcel de Olmos y el cuerpo del negrito apareció flotando junto a otros 7 cadáveres en el río de la Plata frente a las cosas de Uruguay. Lo reconocieron porque tenía tatuado un corazón con las letras F y A adentro. No hay palabras para calificar semejante alevosía.
Treinta y tres años después, la justicia de la democracia hizo justicia. Santiago Omar Riveros, comandante de Institutos Militares de Campo de Mayo fue condenado anoche a prisión perpetua. Va a pasar el resto de sus días encerrado. Ese es el lugar en donde un terrorista de estado debe estar: en la cárcel. Nadie sabe donde están los restos del Negrito. Porque su cuerpo fue robado de un cementerio en 1979. Semejante ensañamiento degrada la condición humana. No podían soportar ni siquiera el cadáver destrozado de Floreal Avellaneda. Nombre de tango perfumado y apellido de ciudad proletaria. Tristeza y lamento de blues para el Negrito Avellaneda que ojalá descanse en paz escuchando el desgarro de Manal como un rezo y una letanía: Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado. Luz que muere, la fábrica parece un duende de hormigón. Y la grúa su lágrima de carga inclina sobre el rock.

 

Graciela y Hebe

Hace muchos años que conozco a Graciela Fernández Meijide y a Hebe Bonafini. Allá lejos y hace tiempo, mas de 25 años, integré desde el último escalón de importancia la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos donde Graciela se hizo dirigente nacional. Fui a muchas marchas de la Madres en la Plaza de Mayo y entrevisté no menos de 10 veces a Hebe. Por mi trabajo de columnista fui opinando de distintos sucesos que me hicieron cada vez mas crítico de Hebe y cada vez mas elogioso de Graciela. Hago un esfuerzo monumental para respetar a esas dos madres que perdieron a sus hijos. Es un dolor y un horror intransferible que no se si yo sería capaz de asumir sin caer en la locura o en la venganza por mano propia. Por lo tanto no me olvido que ambas fueron muy importantes en la lucha a favor de los derechos humanos. Pero también aprendí que el desgarro de las víctimas tampoco otorga impunidad para tomar cualquier postura y evitar la mirada crítica de la sociedad y del periodismo. Con todo respeto porque ninguna tomó el camino del ojo por ojo ni de la violencia contra los asesinos y torturadores de sus hijos veo que Graciela y Hebe representan dos caminos absolutamente distintos en la Argentina de hoy. Graciela en su momento se asoció políticamente con Carlos Auyero, un demócrata-cristiano íntegro de transparencia a toda prueba y gran capacidad intelectual. Hebe tiene como hombre de confianza a Sergio Schocklender, alguien que si bien ya pagó sus culpas ante la ley fue condenado por el asesinato de sus padres. La diferencia es abismal. Y se ve reflejada en cada postura. Graciela siempre apuesta al consenso, a debatir con honestidad intelectual y la cabeza abierta y es difícil que se le escape alguna agresión verbal. Hebe es la contracara. Sus discursos son agresivos y autoritarios. Eso la fue aislando cada vez más. Porque no solamente es insultante con los victimarios de sus hijos cosas que sería mas o menos comprensible. También ha descalificado por un tema electoral a gente muy luchadora por los derechos humanos como Pino Solanas o Martín Sabatella. En los últimos días, ya lo comentamos, Hebe trató de rata a Graciela y eso me dolió en el alma. ¿Cuál es el límite? El motivo fue que Graciela había propuesto una idea audaz y polémica como la de bajarle la pena a los represores a cambio de información fehaciente sobre los desaparecidos y sobre los nietos que las abuelas buscan sin descanso y sobre el número exacto de desaparecidos durante el terrorismo de estado. Ese fue su pecado. Abrir un debate sano, necesario y desde el lugar de la víctima para buscar la verdad y la justicia como siempre han dicho los organismos de derechos humanos. Verdad y justicia que deben ser para todos y no solo para algunos. Los derechos humanos tan manoseados pueden recuperarse como el terreno fértil en donde sembrar nuevos tiempos. El Pepe Mujica, candidato a presidente de Uruguay y ex Tupamaro en su sencillez y profundidad dijo que los argentinos nos tenemos que querer mas. Y tiene razón. No hablo de una actitud de hippismo infantil donde no hay conflictos. Hablo de respetar al otro y sus ideas. Hablo de no considerar enemigo al que piensa distinto. Hablo de ser intolerantes solamente con los corruptos y los golpistas. Con ellos nada, pero con el resto de los argentinos todo es posible.

Alfredo Leuco

Fuente: www.alfredoleuco.com.ar

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