REFUGIADOS DEL HAMBRE
Jean Ziegler
Era una noche oscura, sin luna. El viento soplaba a más 100 km por hora levantando olas de más de 10m de altura que con terrible estrépito, se abatían contra la frágil embarcación de madera. Había partido de una cala en la costa de Mauritania, diez días antes, llevando a bordo 101 africanos refugiados del hambre. Por inesperado milagro la tempestad arrojó la barca sobre un arrecife de la playa El Médano, en una pequeña isla del archipiélago canario. En el fondo de la embarcación los guardias civiles españoles encontraron los cadáveres de tres adolescentes y una mujer muertos de hambre y de sed.
Esa misma noche, algunos kilómetros más lejos sobre la playa de El Hierro, naufragó otra embarcación con 60 hombres, 17 niños y 7 mujeres, espectros titubeantes a pasos de la agonía, a bordo.[1]
En la misma época pero esta vez en el Mediterráneo, se jugaba otro drama: 150 km al sur de Malta, un avión de vigilancia de la organización Frontex descubre un barco sobrecargado con 53 pasajeros – que probablemente debido a un desperfecto del motor – navegaba a la deriva sobre el agitado oleaje. A bordo de la lancha las cámaras del avión identifican niños pequeños y mujeres. De regreso a su base en La Valette, el piloto informa a las autoridades maltesas, que se niegan a intervenir pretextando que los náufragos están a la deriva en la “zona de búsqueda y de socorro libia” Interviene la delegada del Alto Comisionado para los refugiados de las Naciones Unidas Laura Boldini, pidiendo a los malteses enviar rápidamente un barco de socorro. Nada se hace, Europa no se altera. Se pierde toda traza de los náufragos.
Algunas semanas antes, una embarcación en la que se hacinaba un centenar de refugiados del hambre africanos, intentando llegar a las Canarias había zozobrado entre las olas en la costa de Senegal. Solo hubo dos sobrevivientes [2]
Miles de africanos, incluidos mujeres y niños, acampan ante las alambradas en los enclaves españoles de Melilla y Ceuta, en el árido Rif. Por orden de los comisarios de Bruselas los policías marroquíes expulsan a los africanos hacia el Sahara.[3] Sin agua ni provisiones. Centenares, probablemente miles, mueren entre las rocas y las arenas del desierto (4) [4]
¿Cuántos jóvenes africanos dejan su país y arriesgan su vida intentando llegar a Europa? Se estima que anualmente alrededor de 2 millones de personas tratan de entrar ilegalmente a la Unión europea y que de esa cantidad no menos de 2 mil perecen en el Mediterráneo y otros tanto entre las olas del Atlántico. Su objetivo es llegar a las Islas Canarias desde Mauritania y Senegal o atravesar el estrecho de Gibraltar partiendo de Marruecos.
Según el Gobierno español 47 685 africanos llegaron a sus costas en 2006. Es preciso agregar 23 151 que desembarcaron en las islas italianas o en Malta, partiendo de Jamahiriya (Libia-arabe) o de Túnez. Otros tratan de llegar a Grecia pasando por Turquía o Egipto. El Secretario General de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Luna Roja, el Señor Markku Niskala comenta: “Esta crisis ha pasado completamente en silencio. No solo nadie viene en ayuda de esa gente sino que no existe una organización que demuestre que estas estadísticas son una tragedia cotidiana [5]
Para defender a Europa de los inmigrantes , la Unión europea ha puesto en marcha una organización militar semi clandestina llamada Frontex. Esta agencia controla las “fronteras exteriores de Europa”
Dispone de embarcaciones rápidas (y armadas) para interceptaciones en alta mar, helicópteros de combate, una flota de aviones de vigilancia equipados con cámaras ultrasensibles de visión nocturna, radares, satélites y sofisticados medios de vigilancia electrónica de larga distancia.
Frontex mantiene también en suelo africano “campos de acogida” adonde se recibe a los refugiados del hambre que vienen de Africa central, oriental o austral, del Tchad, de la República democrática del Congo, de Burundi, de Camerún, de Eritrea, de Malawi, de Zimbabwe. A menudo caminan por el continente durante uno o dos años, malviviendo, cruzando fronteras buscando aproximarse progresivamente a una costa. Entonces son interceptados por los agentes de Frontex o por sus auxiliares locales que les impiden llegar a los puertos del Mediterráneo o del Atlántico. Debido a los considerables aportes en especies que Fortex les da a los dirigentes africanos, casi ninguno se opone a la instalación de esos campos. Argelia salva su honor. El presidente Abdelaziz Bouteflika dice: “ Rechazamos esos campos. No seremos los carceleros de nuestros hermanos”
Organizar el hambre y criminalizar a los que huyen
La huída por mar de los africanos se ve favorecida por una circunstancia particular: la rápida destrucción de las comunidades de pescadores en las costas del Atlántico y del Mediterráneo.
Algunas cifras:
En el mundo alrededor de 35 millones de personas viven directa y exclusivamente de la pesca, de las cuales 9 millones en Africa[6] Los pescados aportan el 23,1% de proteínas animales en Asia, 19% en Africa; el 66% de la pesca es de alta mar, 77% en aguas interiores; la acuacultura o cría de peces representa el 27% de la producción mundial. La disponibilidad de pescado dentro o fuera de las zonas económicas nacionales tiene importancia vital para el empleo y la seguridad alimentaria de las poblaciones involucradas.
La mayor parte de los Estados africanos están sobreendeudados. Venden sus derechos de pesca a empresas industriales del Japón, Europa y Canadá. Los barcos factoría de estas últimas asolan la riqueza íctica de las comunidades de pescadores hasta en las aguas territoriales. Utilizando redes muy tupidas (en principio prohibidas) operan generalmente fuera de las estaciones en que la pesca está autorizada. La mayor parte de los gobiernos firmantes de estas concesiones no disponen de barcos de guerra. No tienen medio alguno para hacer respetar los acuerdos. Reina la piratería, Mueren las aldeas costeras.
Los barcos-factoría seleccionan el pescado, lo congelan o lo transforman en harina o en conservas y lo expiden desde allí a los mercados. Por ejemplo: en Guinea-Bissau cuya zona económica alberga un formidable patrimonio íctico, los Bissagos, viejo pueblo de pescadores, para sobrevivir deben comprar en el mercado de Bissau – y a precios altísimos – conservas de pescado danesas, canadienses o portuguesas.
Sumergidos en la miseria y la desesperanza, desarmados frente a tales predadores, los pescadores arruinados venden sus barcas a precio vil a traficantes mafiosos o se vuelven ellos mismos traficantes de personas. Puesto que son barcos adecuados tan solo para la pesca en aguas territoriales no son aptos para navegar en alta mar.
Y hay más aún... En Africa viven alrededor de mil millones de seres humanos. Entre 1972 y 2002 la cantidad de africanos seria o permanentemente subalimentados aumentó de 81 a 203 millones. Por múltiples razones. La principal, la política agrícola (PAC) de la Unión europea.
Los Estados industrializados de la Organización para la cooperación y el desarrollo económico (OCDE) pagaron en 2006 en calidad de subvenciones a la producción y a la exportación a los agricultores y ganaderos más de 350 mil millones de dólares. La Unión europea en particular práctica el dumping con un cinismo sin límites. Resultado: la destrucción sistemática de los cultivos alimentarios africanos
Tomemos el ejemplo de Sandaga, el mayor mercado de bienes de consumo cotidiano de Africa Occidental. Sandaga es un universo ruidoso, colorido, fragante, maravilloso ubicado en el corazón de Dakar. Se pueden comprar allí, según la estación, legumbres y frutas portuguesas, francesas, españolas, italianas, griegas, etc. A un tercio del valor de los productos autóctonos equivalentes.
Algunos kilómetros más lejos, bajo un sol calcinante, el campesino wolof, junto a su mujer y a sus hijos trabaja hasta quince horas por día... y no tiene la posibilidad de comprar un mínimo vital decente.
De 52 países africanos, 37 son países casi exclusivamente agrícolas
Pocos seres humanos trabajan tanto la tierra y en condiciones tan difíciles como los paisanos wolof de Senegal, bambarg de Bali, mossi de Burkina o bashi del Kivu. La política del dumping europeo destruye sus vidas y las de sus hijos.
Volvamos a Frontex. La hipocresía de los Comisarios de Bruselas es detestable: por una parte construyen el hambre en Africa; por la otra criminalizan a los refugiados del hambre.
Aminata Traoré[7] resume así la situación: “ Los medios humanos, financieros y tecnológicos que la Europa de los 25 despliega contra los flujos migratorios africanos son efectivamente los mismos que lo haría en una guerra en debida forma entre la potencia mundial y los jóvenes africanos rurales y urbanos indefensos, cuyos derechos a la educación, a la información económica, al trabajo y a la alimentación son conculcados en sus países de origen por el ajuste estructural. Víctimas de decisiones y de elecciones macroeconómicas de las cuales no son en absoluto responsables, son perseguidos, acorralados y humillados cuando intentan una salida a través de la emigración. Los muertos, los heridos y los incapacitados que quedaron en los sangrientos acontecimientos de Ceuta y Melilla en 2005, como así también los cuerpos sin vida que aparecen frecuentemente en las playas de Mauritania, de las islas Canarias, de Lampedusa y otras son otros tantos náufragos de la emigración forzada y criminalizada.
Le Monde Diplomatique, marzo de 2008
Traducción y Gentileza de: Susana Merino
[3] El 28 de setiembre de 2005, soldados españoles mataron cinco jóvenes africanos que intentaban escalar la alambrada electrificada que rodea el enclave de Ceuta. Ocho días más tarde otros seis jóvenes negros eran asesinados en similares circunstancias.
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