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CIELO Y TIERRA - ¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

La inseguridad tiene más cómplices de lo imaginado

Por Marcos Aguinis - Para LA NACION - Sábado 8 de noviembre de 2008

Hace tiempo que se ha dejado de señalar al fuerte crecimiento del delito como una "sensación". Ahora es una certeza. Es tragedia cotidiana.

Pero ante semejante plaga cunde la impotencia. De poco sirven las protestas, manifestaciones, declaraciones y demás expresiones del dolor. Tampoco son suficientes los diagnósticos variados ni los esfuerzos sectoriales ni el sacrificio de servidores públicos.

El presidente de la Corte Suprema se expresó con fuerza cuando dijo a los magistrados que deben "entender que el respeto de las garantías no tiene nada que ver con la noción de puertas giratorias, de que los condenados entren por una puerta y salgan por la otra". Esto es así y la crónica del crimen registra un catálogo que pone los pelos de punta. Pero es el fruto de una tendencia a la que me referiré enseguida.

También preguntó Lorenzetti: "¿Cómo se hizo en Nueva York y Miami? Se hizo con políticas públicas, que no tienen tanto que ver con la decisión de un juez. El Estado tiene que estar ahí y poner orden. La Iglesia y las ONG suelen hacer buenos trabajos en las zonas críticas. De eso se trata. De crear un clima de orden. Ahí tiene que estar el Estado". Pero el Estado no está porque se ha impuesto una tendencia a la que también me referiré enseguida, como anuncié hace unos renglones.

Universidades del delito

Agregó el presidente de la Corte un párrafo para referirse a los menores, que en la cárcel encuentran una universidad del delito donde se hacen profesionales. Los problemas son muchos y complejos.

Ahora hundo el bisturí prometido.

En la Argentina hace tiempo que se necesita una verdadera política de Estado en materia de seguridad (sin olvidar otros ámbitos como salud, educación, etc). Política de Estado significa una decisión consensuada, que sea objeto de un diálogo serio, patriótico e intensivo entre las organizaciones sociales y políticas. Y que se ponga en marcha cuanto antes y se mantenga vigente por un tiempo que exceda a varias administraciones. Una política de Estado debe ser convocada por el poder de turno. Pero debe hacerlo con humildad y convicción, sin tratar de sacar dividendos de cada acto o palabra, porque entonces no será una política de Estado, sino otra de las maniobras que realiza para incrementar su hegemonía.

Son muchos los asuntos que deben ser tratados con el máximo rigor y franqueza en una política de Estado referida a la seguridad de los ciudadanos. Se debe empezar por respetar la letra y el espíritu de la Constitución, tan profanados en el último lustro. Se debe garantizar la independencia de la Justicia, que ahora le tiene más miedo al Poder Ejecutivo que a los criminales callejeros. Se debe sancionar a quienes obstaculizan el tránsito. Se debe sancionar a quienes se apropian del espacio público, al que pertenecen también los colegios y las universidades. Las "tomas" son delitos. Y delinquen junto con chicos y jóvenes los padres que los avalan llevándoles comida, abrigo y hasta aplaudiendo sus depredaciones. Se deben enfocar todos los canales de la anomia que navegamos como si tal cosa, para condenarlos y taponarlos para siempre.

Un tema que no debe ser ignorado es la pobreza y la desocupación. Pero ser pobre no significa ser delincuente, porque la riqueza no garantiza la virtud. En la Argentina prevaleció hace muchas décadas la "cultura de la decencia". Ahora nos ahoga la cultura de la corrupción, del vale todo, del sálvese quien pueda, de el que no roba es un gil. La ley debe ser pareja. Igual para el alto y el petizo, para el hombre y la mujer, para el inteligente y el tonto, para el rico y el pobre.

Estado de Derecho

Pero, además, si de veras se quiere disminuir la pobreza, entonces hace falta multiplicar las fuentes de trabajo. Estas sólo se abren mediante la inversión. El Estado solo no puede, y sus dineros provienen de la misma sociedad, no de las nubes. Hace falta la inversión privada, guste o no. Y la inversión privada sólo ocurre cuando se cumplen los contratos, se respeta la propiedad e impera el Estado de Derecho. Pero en la Argentina se ha incrementado la tendencia a violar los contratos, robar la propiedad e ignorar el derecho. Por lo tanto, no hay ni habrá suficiente inversión. No habrá apertura de nuevas fuentes de trabajo. No disminuirá la pobreza. No disminuirá uno de los factores más cacareados sobre el aumento de la inseguridad. La pobreza en la Argentina creció y crecerá. En este año hemos perdido tres grandes oportunidades de despegue económico. Y no parece que se tomara conciencia de tamaño desastre.

Por fin -no es lo último ni es todo-, en nuestro país se ha incrementado el desprecio a las jerarquías, que estructuran lo individual y lo colectivo, como si las jerarquías fuesen sólo patrimonio de las dictaduras. ¡Craso error! Esto ya lo empezó a denunciar el tango "Cambalache": todo es lo mismo, todo es igual. Y eso es el cambalache, la anarquía, la miseria material y moral. El padre y el hijo, el maestro y el alumno, el policía y el delincuente, en lugar de ocupar el lugar debido, son igualados en su papel. El fruto de semejante desatino es ponzoña a corto o largo plazo.

Mientras se escamotee una solución de fondo, estructural, seguiremos hundidos en las arenas movedizas de una inseguridad que irá en aumento. Y los cómplices, como es obvio, son más numerosos de lo imaginado.

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