Blogia
CIELO Y TIERRA - ¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

"No existen culturas peores o mejores"

Lo dice el periodista Artur Domoslawski Lo aprendió de su gran compatriota y colega Ryszard Kapuscinski, de quien ahora prepara una biografía: "No existen culturas peores o mejores. El mundo de los buenos y los malos debe quedar atrás", dice el periodista y escritor polaco Artur Domoslawski. En su opinión, hay criterios falsos que derivan de tomas de posición ideológicas. "Llamamos terroristas a los que llevan explosivos en una mochila, pero nos olvidamos de los que lanzan bombas a poblaciones civiles desde un avión militar. Sentimos más empatía con las víctimas de los atentados contra las Torres Gemelas que con las víctimas palestinas o con las de Paquistán", dice. Domoslawski tiene 40 años. Escribe en la Gazeta Wyborcza, "el diario más importante de Polonia, creado por la oposición democrática a la dictadura comunista, y el de mayor pensamiento crítico en la actualidad". Es autor de cuatro libros sobre temas diversos, desde la globalización hasta América latina del siglo XX y el pontificado de Juan Pablo II. Y considera que la transición de la economía de Estado a la de mercado que atravesó su país en los últimos 20 años es, aun con dificultades, un ejemplo de cambio realizado en forma pacífica: "No hubo lucha armada, sino discusión en una mesa de negociaciones entre el gobierno comunista y el movimiento Solidaridad, liderado por Lech Walesa, que venía operando en la clandestinidad. Todo esto, favorecido por las reformas que introdujo Mikhail Gorbachov en la ex Unión Soviética". -¿Qué hubiera sido de Polonia sin la caída de la URSS? -Tendríamos un comunismo al estilo chino. -Y ahora que Rusia vuelve a desplegar su poderío, ¿cómo se moverán los países fuertes? -Rusia quiere volver a un orden internacional anterior, que es el de las superpotencias. En ese marco, una guerra fría es posible. Hoy, además, existen otros actores, como la India o China, que empujarían ese esquema de grandes potencias, aunque sería aventurado decir en qué sentido se moverán. -Muchos consideran a Polonia como el caballo de Troya de Estados Unidos dentro de la Unión Europea. ¿Esa posición los favorece? -Por razones históricas Polonia siempre toma posición en contra de Rusia. El punto es en qué medida se sigue aliando con Estados Unidos. Cuando Rusia se pone agresiva, Polonia busca seguridad en el apoyo de los norteamericanos. Pero más que negociar, lo que toma es una postura servil. Las ambiciones imperiales de Estados Unidos también siguen intactas y el establishment político y mediático polaco las apoya, como apoyó la invasión a Irak, que resultó un desastre. Esta posición tiene raíces antiguas: cuando Polonia no existía como país independiente, muchos compatriotas pobres fueron a los Estados Unidos en busca de una mejor condición de vida; algunos la encontraron. Cuando el país quedó bajo influencia de la Europa estalinista, Estados Unidos aparecía como el ejemplo de la libertad. En los 80, los norteamericanos apoyaron la causa democrática de Solidaridad. Pero me pregunto si este apoyo alguna vez fue más concreto que retórico. De hecho, Roosevelt estuvo de acuerdo con que Polonia integrara el bloque soviético. El día que Lech Walesa llamó a los Estados Unidos para crear un nuevo plan Marshall, nadie respondió. Recientemente, mientras se apoyaba a Bush en Irak, en los Estados Unidos se sugería limitar las visas a los polacos que pedían la entrada a ese país. Pero Polonia le permite a la CIA tener cárceles clandestinas con prisioneros políticos en su territorio. -Para muchos, el que EE.UU. se haya enfrentado a la ex Unión Soviética es condición suficiente para el apoyo incondicional. -Sí, y esto tiene también una explicación histórica. Uno de los mayores especialistas en literatura y lengua polacas, el catedrático Michal Glowinski, dice que en la época comunista la verdad fue falseada a nivel lingüístico. Todos los que luchaban contra el sistema, como Estados Unidos, eran tildados de reaccionarios. Con la caída del régimen se tomó una postura extrema, pero al revés: Estados Unidos es el país bueno y no importa que, por ejemplo, haya apoyado a las dictaduras en América latina. Un buen ejemplo es la gran simpatía que tuvo Pinochet en mi país. -¿Por qué tal simpatía? -En los años 70, la propaganda comunista polaca oponía "las fuerzas progresistas" y el "poder popular" de Salvador Allende a "la junta reaccionaria" y las "fuerzas de la derecha social" de Pinochet. Como reacción, la simpatía de muchos polacos hacia Pinochet como vencedor "de las fuerzas rojas del progreso" resultaba algo comprensible y, en esos años, la opinión pública polaca no creía las noticias sobre las torturas y los crímenes del régimen de Pinochet. Si condenábamos las torturas durante el régimen de Pinochet, automáticamente pasábamos a ser una especie de defensores del comunismo. Si ayer los dictadores de derecha eran considerados los malos de la película, por oposición absoluta se "sacralizaron" las torturas de tiranos como Pinochet o Videla. -Un tema que se discute en la Argentina es la revisión de los hechos del pasado político. ¿Cuál fue la experiencia de su país? - Si bien hubo procesos judiciales contra torturadores de la época del estalinismo, no se tocó a los líderes políticos. Triunfó la postura de los sectores más liberales de Solidaridad, que plantearon la idea de un sistema democrático amplio, sin ciudadanos de segunda. Para los sectores de derecha, esa decisión todavía es un argumento para justificar los problemas polacos actuales. La idea es: "No arreglamos las cuentas con el pasado y por eso nos va mal cuando nos va mal". -¿Es posible revertir ese mecanismo de operar por oposición en Polonia y en el mundo? -Ojalá. Aquí no se trata ni de la izquierda ni de la derecha, ni del comunismo, ni del capitalismo. De hecho, se trata de ver si las tristes experiencias del siglo XX nos han enseñando algo o no. De ver qué hemos aprendido de lo sucedido no sólo en el Gulag o en Auschwitz, sino también en Camboya y en Hungría, en Chile, en Cuba o en España. ¿Somos capaces, teniendo en cuenta las experiencias del siglo XX, de aceptar globalmente una ética política, unas normas elementales, que no deban ser relativizadas por ninguna ideología ni ignoradas en aras de ningún principio de partido o de lealtad? Algo que trascienda a los buenos o los malos. El mundo de los buenos y los malos debería quedar atrás. Necesitamos, como decía Kapuscinski, algo que nos acerque al desafío que nos plantea el futuro: el encuentro con el otro, con todas sus diferencias, como única vía para conquistar la paz

0 comentarios