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CIELO Y TIERRA - ¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

Yiyo, el empresario que hizo de las carpas un negocio

Jueves 26 de junio de 2008

Y un día Yiyo pensó que se hacía la América. Se puso su camperón negro de cuero y, con dos celulares en mano, se apareció por el Congreso. Sonriente, contó a quien quisiera escucharlo que él es desde ahora "el carpero más famoso del país".

Yiyo es José Luis Fiezzi, un militante quilmeño que dice conocer a Rudy Ulloa Igor, el ex chofer de Néstor Kirchner y empresario de medios de Santa Cruz. "Lo vi a Rudy por acá a la noche en su Cherokee negra", alardea. "Pero mi militancia es con el riquismo", se ataja. Amigo personal de Aldo Rico, el hombre que lo llevó a la política, Yiyo demostró ser, sobre todo, un buen oportunista. Es el dueño de Almar Eventos SRL, la empresa que le alquiló a precio de promoción las carpas al clan kirchnerista que se apostó en la plaza del Congreso.

El negocio, en apariencia, no le salió tan bien. Pero él lo ve como la salvación de su vida. Es que le hizo precio al oficialismo y terminó cobrando $ 28.000 por semana, por un total de seis carpas con servicio completo. Esto incluye televisores de plasma, sillas, equipos de energía y sonido, calefacción, pisos de madera tarugada y baños químicos. En el mercado, esos servicios podrían valer hasta $ 60.000.

Pero parece que Yiyo es un visionario. "Este es un negocio brillante. Yo lo vi; mis competidores, no. Este conflicto viene para largo. El lunes, seguro, renuevo el contrato", dice sonriente ante LA NACION, y posa para la foto delante de la carpa más grande, de 200 metros cuadrados, que le alquiló a la agrupación Compromiso K, que regentea Rudy Ulloa. Esa la cobró $ 8000. Las restantes, 4000 cada una. "¿Salió el cartel con el nombre de la empresa?", le pregunta al fotógrafo, ilusionado.

Dice no tener nada que ver con los Kirchner, pero desde su página, Fiezzi se jacta de haber prestado servicios para una veintena de actos. Y destaca los servicios para el acto del venezolano Hugo Chávez en Ferro, el año pasado, para repudiar la visita de George W. Bush a Uruguay. Cuenta que nunca lo contrató la Casa Rosada, sino a través de intermediarios, entre quienes mencionó a los intendentes del conurbano. Aclara: "Tampoco me contrataron ahora".

En las oficinas de Yiyo en Quilmes se presentó Marcelo Mallo, mano derecha de Rudy en Buenos Aires. A él le facturará Fiezzi, que va y viene por la plaza del Congreso. No quiere que los kirchneristas lo pierdan de vista. "Hasta ahora juntaron unos 700 pesos. Los más remolones son los de Compromiso K", se queja. De ellos no recibió un peso.

Marcelo Mallo entra en escena. "Estamos juntando entre todos. Es así, a medida que conseguimos una ayudita le vamos pagando", cuenta a LA NACION mientras termina de comer una medialuna, en la puerta de "su" carpa.

Almar le alquiló sus servicios a La Cámpora, liderada por el hijo del matrimonio presidencial, Máximo Kirchner. "Pero se la facturé a un tal Javier", añadió Fiezzi. "Si no aparece nadie a pagar hago la boleta a nombre de Florencia [Kirchner] y listo", lanza y larga la carcajada.

Ni lerdo ni perezoso, Yiyo se fue a la carpa de los ruralistas. "Qué lástima que no me llamaron; si yo tenía una carpa verde para alquilarles". Igual, les trabajó la culpa y, por si se arrepienten, les dejó su tarjeta.

Fiezzi no se priva de hablar de política. "Es una lucha entre Goliat y Goliat", opina. Y apuesta a que Luis D´Elía, siempre polémico, vuelve a escena. "Que aparezca y aliente esto, así yo alquilo por más tiempo", ruega.

¿Y dónde está entonces el negocio si alquiló a precio de liquidación? "Es que estamos en temporada baja. El trabajo fuerte para nosotros es a partir de septiembre", sostiene. Pero su mayor entusiasmo es otro: la publicidad que se hizo en esta insólita guerra de campamentos. "Sabés las noches que modelé mis fantasías por llevar mi empresa a la prensa", se entusiasma. Ya ve el negocio a futuro. "Me llamó gente cercana a Parrilli [Oscar, secretario general de la Presidencia] para decirme: «Qué buen servicio prestás. ¿Por qué nunca nos enteramos?»", cuenta.

En su barrio lo conocen por sus suntuosas fiestas de fin de año. "Espero que el conflicto siga, así esta vez tiro la casa -o la carpa- por la ventana." A la crisis algunos le sacan buenos negocios.

Por Mariana Verón
De la Redacción de LA NACION

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