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CIELO Y TIERRA - ¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?

Prólogo del Libro “El País que nos merecemos”

Pensar en sistemas, es tomar conocimiento de que los sistemas existen aunque no estén visibles y que los descubrimientos no son abstracciones sino que forman parte de la realidad compleja que se mantenía oculta.

El curso de la evolución de la sociedad argentina se constituyó en un caso singular para quienes estudiaron los procesos históricos de las sociedades modernas. Su desenvolvimiento se ha convertido en un enigma. No se cumplieron los pronósticos realizados entre fines del siglo XIX  que se extendieron hasta la década del veinte del siglo XX. La mayoría auguraba un futuro promisorio. Pero la realidad fue otra y ante la evolución en sentido opuesto se iniciaron innumerables investigaciones para explicar ese cambio de expectativas y tendencias. Hemos descendido por la pendiente del tobogán tras subir aceleradamente la escalera de la misma forma.

Lo que sorprende a los investigadores, es la magnitud de la desviación con respecto a las previsiones, el rango y frecuencia de las fluctuaciones y la ineficacia para neutralizar las  mismas. Lo que pareció ser una oportunidad casi única en la historia de fin de siglo XIX y comienzos del XX, tal como lo fueron Estados Unidos de N.A., Canadá y Australia, que pudieron consolidar el estado evolutivo alcanzado y avanzar progresivamente a estados de equilibrios más complejos; en La Argentina sirvió para alejar al sistema de las probabilidad de crecer. Esa incapacidad para lograr más complejos estados evolutivos y consolidados institucionalmente, son para muchos, incógnitas sin explicación aparente. Hay quienes atribuyen herencias institucionales de origen histórico, otros las asignan a deficiencias funcionales de las estructuras de dirigentes y los más pesimistas, al condicionamiento determinista de la ausencia de un entorno significativo relevante sobre el cual ejercer la expansión del crecimiento y desarrollo.

Lo evidente es que una sucesión de discontinuidades en el proceso evolutivo, no permitieron alcanzar los niveles necesarios de acumulación de materia, energía y sabiduría que lo permitiesen consolidar en lugar del resultado negativo de deteriorarse al máximo, no solo en variables cuantitativas sino también cualitativas.

Como argentino en tercera generación esas dudas me llevaron a investigar sobre las eventuales causas que las motivaron. Estudios sistemáticos y asistemáticos y la lectura de miles de páginas de libros, diarios, revistas, documentos e informes me permitieron consolidar una plataforma de experiencias directas e indirectas más información propia.

En mi época de estudiante se despertó esa inquietud. Posteriormente y durante casi treinta años dedicados a la empresa privada y estudios, enriquecí mis conocimientos y estimulé la investigación de tales temas. Conté con la adhesión de profesionales, algunos de significativo valor académico que me ayudaron a pensar e informarme. Además por 4 años ejercí tareas en la administración pública en el gobierno de la provincia de Buenos Aires y durante 2 en la Secretaría de Vivienda de la Nación -Naciones Unidas PNUD y BIRF- .También desarrollé tareas en los ministerios de Defensa  y Justicia y Derechos Humanos.

Ese tránsito por el Estado Nacional reafirmó el compromiso personal de encontrar una explicación a la caída en pendiente de la calidad de la sociedad argentina en el orden institucional, moral y de desarrollo. A fines del año 1977, de regreso al país se presentó una oportunidad para acceder a una nueva metodología de estudio que reformaría lentamente mi anterior instrucción formal, y me aproximó a la consolidación de los conocimientos sectoriales por el método de pensar primero en generalidades,  para luego pasar a lo particular.

En el ámbito de la Sociedad Científica Argentina (SCA), se había fundado en 1975 un Grupo de Estudios de Sistemas (GESI). Profesionales e investigadores de distintas disciplinas y ramas de la ciencia, indagaban sobre nuevas tendencias en el pensamiento. Se trataba de la Teoría General de Sistemas (TGS).

Si bien no tenía muy claro el rumbo en las primeras investigaciones, intuí que podrían ser de utilidad para acercarme a la respuesta. De esa alocada tesis: la de tratar de comprender la decadencia Argentina. Hoy en el verano del 2008 ratifico que esa hipótesis sistémica no era errada. Las carencias y falencias tanto estructurales como funcionales de nuestro país, son de naturaleza sistémica y siempre han estado enmascaradas en la excusa política, en la disputa corporativa o en la “dramática obsesión” que desde el extranjero se está tramando conspiraciones para desintegrarnos como Nación.

Cuando descubrí que en nuestra Argentina hay dos realidades: una pretextual y explicatoria de todos los males; y otra real, la verdadera disparadora y multiplicadora de los problemas convertidos en pretextos, comprendí el porque del doble discurso, de la necesidad de no comprometerse con el país, sino de acercarse al poder de turno. No era para menos. Un enunciado muy amplio lo sustentaba. Se trataba del principio de la incertidumbre generalizada, de la complejidad e integración creciente de las hechos y de los isomorfismos de los procesos que se reiteran bajo distintas formas pero respondiendo al rescoldo del poder de turno y a las organizaciones corporativas que tienen prisioneras a las instituciones, al estado y a la sociedad. Todos subsidiarios de esas organizaciones y no a la inversa. (Más sencillo: doble discurso; un poco más complejo: haz lo que yo digo y no lo que yo hago.

Al inicio de mis estudios en el GESI nos manejábamos con analogías surgidas de casos a los cuales relacionábamos a través de distintos métodos. Nuestras presentaciones en el medio científico fueron criticadas sin piedad por muchos deterministas ortodoxos y reduccionistas convencidos. Más criticados y marginados lo fuimos en las cámaras empresarias y gremiales siéndolo más en el disperso ambiente político del momento.

Con el transcurso del tiempo las cosas mejoraron. Invitamos a prestigiosos expositores extranjeros para que nos ayudasen a incorporar esas “generalizaciones“ al debate científico. Contemporáneamente llegaban a Buenos Aires obras afines a la TGS.

Empezamos a ser menos esotéricos y la curiosidad nos ayudó. Ludwig Von Bertalanffy -Teoría General de los Sistemas 1976 - ; Jay W. Forrester - World Dynamics 1975 - ; Pierre Vendryès - Hacia una Teoría del Hombre 1975 - ; John P. Van Gigch 1978 - Teoría general de sistemas aplicada - y James Miller - The Nature of Living Systems 1975 y Living Systems: The Supranational System 1976. Fueron un gran aporte para lograr que aún con reservas se comenzaran a aceptar algunos de nuestros conceptos y métodos.

Simultáneamente el departamento de Cibernética de la SCA presidido por el Dr .Máximo Valentinuzzi, nos proporcionó un ámbito de debate y nos estimuló a avanzar sin temor a las críticas. Lo mismo universidades extranjeras. Así comenzamos a romper el cerco del determinismo y del reduccionismo convencional.

El GESI adhirió a la International Society for System Sciences (ISSS) que nos otorgó la titularidad del capítulo Argentino. Se contó con al esfuerzo de unos pocos y el persistente entusiasmo de Charles Francois, uno de sus fundadores y pionero, conjuntamente con el Dr. Máximo Valentinuzzi, discípulo de Ludwig von Betalanfy formalizador de la teoría.

El resto fue presente pero ya hoy es pasado, ya que este trabajo fue escrito por primera vez en los años 1988/1989 y revisado y ampliado en el 2008.

Hagamos de cuenta por el momento que nos encontramos en el año 1990, año clave que disparó este estudio. Ya pocos dudan de la significación científica y del potencial de autores tales como: W. Ross Ashby , K.E. Boulding, C.W.Churchman, G.J. Klir, Sir Geofrey Vickers, Hebert A. Simon, A.H.Maslow, Stafford Beer, P.B. Checkland, Ilya Prigogine y muchos otros. Hasta el denostado Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas, el Banco Mundial, la FAO, etc y universidades y organizaciones científicas de todo el mundo recurren a esas teorías para explicar fenómenos que antes no eran comprendidos. Hasta el genoma humano está impregnado de la TGS.

El horizonte de las investigaciones se amplió. Temporalmente el sistema nacional, no se si para bien o para mal, se fue integrando y dejó de ser un abstracto teórico y segmentado en realidades inconexas, para percibirse como un sistema único pero con nexos débiles y con un sentido que respondía a una tendencia evolutiva sin referencias definidas. En ese momento la influencia del Consenso de Washington y lo que luego se llamó “el neoliberalismo”, se convertían en el paradigma mundial del pensamiento académico que llevado a la práctica implicaba introducirnos de lleno a la globalización. Liberal y demócrata, se confundían con neoliberalismo económico y populismo político.

Simplicidad y complejidad, unicidad y diversidad, subsistemas flexibles o rígidos, más la alteración artificial de los flujos; comenzaron a emerger dentro de la segmentada historia aportada por los especialistas y políticos.

La causalidad dejó de ser determinista y lineal. Los estímulos y las respuestas se mostraban tal como eran. Los indicadores económicos comenzaban a relacionarse a la calidad de vida, la conducta individual cedía su paso a pautas colectivas, las contingencias del ambiente social por la presencia masiva de los medios de comunicación y los discursos oficiales condicionaban la percepción. El acontecer dejó de ser la suma de indicadores cuantitativos aislados por los métodos estadísticos, las simples relaciones causa-efecto o las competencias profesionales. La necesidad para ejercer el poder generaba enfrentamientos y sus conflictos se pusieron de manifiesto, pero terminaron avasallando al individuo.

El relativismo había creado nuevos determinismos. Caído el Muro de Berlín, los preanuncios de la desintegración del Imperio Soviético, las grandes frases de Francis Fukuyama, cual poeta de encargo de las viejas monarquías absolutas, alimentaban a los juglares de la prensa y los medios confundían con el pensamiento único (tema de neto corte ideológico) con la globalización (fenómenos de naturaleza tecnológica, financiera y social). Una gran mezcolanza que a veinte años de su inicio demostró la falacia que se quería integrar en forma acelerada y con pautas traumáticas.

“...La libertad comenzó a parecer como una función de las condiciones prevalecientes en el ambiente y de los supuestos que los dirigentes adoptan, para definir y caracterizar a sus dirigidos, al margen del ser interior que poseen todas las personas...” ;  Resumen de lo presentado por K.F. Boulding , 1961 , en “ Political Implications of General System Theory “ .
General System 6, 1961, pág. 1/7. Nota 1.

El malestar de las personas y su reacción contra ciertas estructuras comenzaron a poder ser explicados. La amplitud abarcativa y explicativa de los conceptos sistémicos posibilitó desentrañar los nexos reales, aislando las apariencias de lo real. La arena política se mostró tal como funciona: como la resultante de las decisiones de los dirigentes sectoriales que muchas veces marginaron a sus representados e ignoraron el consenso que requiere cualquier opinión pública y sociedad civil.  

Surge evidente que en la lucha por el poder, los dirigentes no miden las consecuencias probables de sus elecciones personales. La respuesta de la sociedad fue inducida por esos actos, pero previamente necesitaron condicionar el proceso perceptivo y los significados con una liturgia comunicacional liderada por Bernardo Neustad y con el acople de comunicadores ocasionales, en general economistas-lobbyistas que ganaron popularidad bajo el nombre de “gurues”. Una acción unidireccional que despreció el fed-back evolutivo y privilegió la tasa de interés del dinero.

La opinión pública a partir de ese proceso de inducción comenzó a acompañar a sus dirigentes, que imponían un metalenguaje regulador, segmentado y ambiguo. Siempre ajustado a los intereses sectoriales. El proceso de comunicación careció de alternativas, porque el interés manifiesto de todos los sectores era la participación del poder regulador. Y la representación política se circunscribió a las opciones surgidas entre los reguladores de flujos.

Nuevas prácticas aparecían como obvias, para corregir la involución, pero no se adoptaban. Se evidenció la ausencia de una sociedad civil autónoma -bajo la forma de opinión pública activa – y carente de hábitos participativos para exigirlas. Esa ausencia impedía la integración de las expectativas económicas y los valores individuales con los de los sistemas reguladores - político, institucional, comunicacional y económico -.

Este tipo de proceso perceptivo y estilo cognoscitivo, se fue acentuando hasta convertirse en un comportamiento que alimentó a una tendencia que sobrevive en el presente, sólo que hubo cambio de algunos actores. Hay tenues indicios que permiten vislumbrar alguna esperanza de cambio de sentido. En especial entre ciertos actores del ambiente comunicacional y entre los que ejercen alguna interacción entre la opinión pública y el sistema económico.

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