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EL CAMINO CORRECTO - ¡BRAVO INTI Y LA ALAMEDA!

Del trabajo esclavo a la cooperativa

La planta, gestionada por el INTI e impulsada por la Fundación La Alameda, fue construida por la Corporación Buenos Aires Sur. Parte de la maquinaria fue incautada por la Justicia en talleres clandestinos. Hay lugar para nueve cooperativas.

Por Eduardo Videla

Desde hoy, en la ciudad de Buenos Aires hay una alternativa sustentable al trabajo esclavo. Se trata de un polo textil denominado Centro Demostrativo de Indumentaria, una planta preparada para la instalación de cooperativas de trabajadores costureros, donde se pretende promover un estilo de trabajo diferente al de los talleres clandestinos, donde el régimen laboral no tiene límites de horarios ni respeta condiciones de seguridad. El proyecto fue diseñado por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), que administra la planta comprada y acondicionada por la Corporación Buenos Aires Sur, e impulsado por la Fundación La Alameda. En el lugar ya trabajan tres cooperativas y parte de las máquinas instaladas proviene de uno de los talleres allanados y clausurados por la Justicia. La planta se inaugura hoy, en coincidencia con el Día Internacional de los Derechos de los Trabajadores Migrantes: la mayoría de los operarios del sector son inmigrantes de países limítrofes.

“Mi esperanza es poder ganar un salario en un trabajo digno y no estar enfrente a una máquina catorce horas por día, en un lugar donde la gente duerme en el mismo taller”, dijo a Página/12 Carlos Apala, uno de los trabajadores del taller de Deán Funes al 1700, clausurado hace un año por la Justicia. Carlos es operador de una de las máquinas tejedoras automáticas, las mismas que manejó durante más de diez años en ese taller.

La planta está ubicada en un viejo galpón reciclado, que fue taller y lavadero de una compañía de ómnibus, en la calle Melgar, una cortada del barrio de Barracas ubicada a la altura de Río Cuarto y Perdriel. Tiene 1800 metros cuadrados y está dividida en nueve unidades, de 80 metros cuadrados cada una, capaces de albergar a otras tantas cooperativas, integradas por un máximo de 15 trabajadores cada una. Es decir que el lugar está en condiciones de recibir en total a unos 135 operarios.

Por ahora hay sólo tres cooperativas en condiciones de arrancar, con un total de treinta trabajadores. “Al principio se habían anotado más de cien costureros, pero se demoró tanto la construcción que muchos se desalentaron”, dijo Gustavo Vera, presidente de la Fundación La Alameda. “Confiamos en que vuelvan ahora, con la inauguración”, agregó.

La construcción del CDI fue el resultado de un largo proceso, que comenzó con el incendio del taller clandestino de la calle Luis Viale, en marzo de 2006, donde murieron seis personas. Los distintos procedimientos que se realizaron a partir de entonces arrojaban como resultado la clausura de los talleres clandestinos pero también la pérdida de las fuentes de trabajo para los costureros”. Para resolver esa situación, La Alameda impulsó ante el gobierno porteño –durante la gestión de Jorge Telerman– la creación de una planta que pueda recibir a los trabajadores víctimas del trabajo esclavo. Fue el Ministerio de Desarrollo Económico –a cargo, entonces, de Enrique Rodríguez– el que compró el galpón, inició las obras y firmó el traspaso de la gestión del predio, al INTI, en noviembre de 2007, poco antes de la asunción de Mauricio Macri en el gobierno porteño. La finalización de la obra y la habilitación demandaron más de un año y medio.

“Queremos demostrarles a las empresas de indumentaria que es posible trabajar respetando los derechos laborales y que eso, a la larga, va a tener menos costos para ellos”, dijo a Página/12 Hernán Zunini, del programa de Extensión del INTI, a cargo de la supervisión del proyecto. “Primero, porque toda la línea de producción está en un mismo lugar: ellos acostumbran a hacer el corte en un lado, la costura en un taller y la terminación en otro. De esta manera se ahorran en costo de logística. Pero además la marca gana en prestigio, porque puede certificar que sus prendas son confeccionadas sin el uso de trabajo esclavo”, agrega Zunini.

El recorrido de Página/12 por la planta, antes de la inauguración, comienza por una playa de descarga, separada de la calle por una cortina metálica y que comunica, hacia el interior, con la primera unidad productiva: el taller de corte, donde están instaladas unas amplias mesas equipadas a la espera de ser ocupadas por una cooperativa. Le sigue, en el box contiguo, la segunda unidad, ya ocupada por los costureros de la Cooperativa de Trabajo Cildañez Limitada, que están confeccionando muestras de pantalones y camperas de jean, para damas, caballeros y niños. La cooperativa reúne a costureros con 10 y hasta 15 años de experiencia, incluso a uno de origen senegalés.

En otras unidades están la cooperativa P-Maco, que confecciona remeras, chombas y joggins de tejido de punto; la tejeduría de punto con las máquinas secuestradas en el taller de Deán Funes; un taller de terminación (colocación de botones y ojales) y una sala de planchado.

Las unidades están separadas por un pasillo, en el que están bien visibles los matafuegos y las mangueras contra incendios. El agua proviene de un enorme tanque ubicado en el fondo del local. Tanto el acceso como los sanitarios están preparados para personas con movilidad reducida. Hay una cocina que está a disposición de los trabajadores, pero todavía falta la instalación de la calefacción que pueda mitigar el frío de estos días. El INTI ha designado al ingeniero textil Omar Torres para asesorar a las cooperativas en materia de técnicas de producción y de comercialización. “Las cooperativas pueden trabajar para afuera, con pedidos realizados por empresas o bien desarrollar sus propios productos: ya tenemos nuestra propia marca, Mind”, explicó Torres a Página/12. “Ya hay una empresa que ha hecho pedidos y otras que están interesadas”, comentó, aunque sin dar nombres ni marcas. El diseñador del INTI Adrián Kulzycki, por su parte, hace su aporte en desarrollo de indumentaria y moldería.

Además de las máquinas incautadas, el equipamiento fue aportado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Los trabajadores cumplen a rajatabla un horario de 8 horas, de 9 a 17, y sus ingresos no se pagan como salarios sino como dividendos, como corresponde a las cooperativas. “La presencia del INTI apunta además a garantizar que no se reproduzcan ahí los sistemas de explotación que se dan afuera. Cumple la función de árbitro ante posibles conflictos”, sostuvo Vera, de La Alameda.

El acto de inauguración se llevará a cabo hoy a las 14 en Melgar 46, con la presencia del titular del INTI, Enrique Martínez, y de la Corporación Buenos Aires Sur, Humberto Schiavone; también habrá un respaldo de organizaciones religiosas que sostuvieron el proyecto cuando parecía que estaba a punto de caerse: la Pastoral para las Migraciones, de la Arquidiócesis de Buenos Aires, la Fundación Judaica y un representante de la Iglesia Luterana.

Fuente: Página 12 - 01/07/2009

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